viernes, 2 de mayo de 2008

De la ilusión a la desilusión, no hay un gran paso


¿Alguna vez has pensado que una persona es maravillosa, especial, inteligente y misteriosa, pero cuando la conoces te llevas un enorme chasco?

Cuando aprendes que la vida y tu son unisono sin division u opinion, no esperas nada de nadie, porque lo aceptas tal como es, antes y despues. (Abel Desestress)


Por Saraí
Nota
¿Has notado que en alguna ocasión idealizas a las personas? Sí. Las ves como si fuesen personajes de libros o películas, de lo que sea, pero a tal grado que cubres por completo a la persona real y le implantas tu personaje; lo miras en todas partes y en cualquier momento. Te haces tanto a la idea de que él o ella son como te los imaginas, que olvidas que como tú, son simples muchachos.
No ves sus errores, ni su simpleza; te los figuras como espejismo de lo que quieres que sean y cuando termina aquella ilusión, es posible que de plano te des contra el pavimento.

La mayoría de las veces sucede así. Marisol, estudiante de los últimos semestres de preparatoria comenta su caso: “Fue hace varios años, todavía estaba en la adolescencia. Supongo se debió sobretodo a la falta de madurez.”

Nombre clave: Arnold

“Se llamaba, (o llama) Alejandro. Fui con él durante toda la secundaria. En realidad recordándolo ¡no era muy atractivo!, pero sí popular, habilidoso e igual de bobo que los chicos a esa edad, sólo que yo veía únicamente la parte buena.”

Según refiere Marisol, le había encontrado cierto parecido al protagonista de una serie de Nickelodeon llamado Arnold. ¿Lo recuerdan? El niño cabeza de balón; chico simpático, sencillo, inteligente, soñador, amable y mucho mucho muy dulce (también a mí me encantaba).

“Aún no estoy segura qué les encontré de parecido, lo que sí, es que creí que todo lo aquel dibujo animado representaba también lo simbolizaba Alex. Es decir, pensé que podría confiar en él porque le traspase valores y actitudes propios de la caricatura; nunca quise ver al sujeto real, sólo la figura que yo misma erigí.

“¡Qué equivocación! Cuando Alejandro se dio cuenta de que me gustaba comenzó a torturarme hablando de otras chicas e intentado darme celos… (ríe) La verdad lo que más me dolió fue que desbaratara la idea que me había formado”.

Al final, como suele ocurrir, te das cuenta de que esa persona no es lo que imaginabas. Ni es toda ternura, ni el caballero que aparecerá cuando más le necesites; incluso puede que sea un patán. Tiene defectos y malos hábitos. Come, llora, ríe, va al baño y se equivoca como todo el mundo, aunque no quieras verlo así.

El hacer juicios adelantados, ya sean positivos o negativos, no es bueno para intentar conocer a alguien. Lo ideal es acercarse sin pretensiones o aspiraciones de ningún tipo, pues la gente difícilmente va a ser lo que uno crea o quiera. Es mejor tratarles antes que suponer.

El caso de Marisol no es tan ajeno a lo que a muchos nos ha ocurrido, pues a veces podemos pensar que tal o cual persona es extraordinaria y por tanto nos da miedo acercarnos y conocerle (sobre todo si nos gusta). Eso, obviamente aumenta la intriga y el interés por ella o él. Lo mismo va si al contrario, “te cae gordo” pero jamás has cruzado palabra alguna.

Al decidir derrumbar esa pantalla, puede que tengas más oportunidades de discernir si es el tipo de persona con la que puedes llegar a intimar o no. Es mejor realizar un juicio sobre bases reales y no meras conjeturas, así evitaremos una desilusión y que nos den gato por liebre.

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