domingo, 9 de marzo de 2008

Centípodos Gigantes Carnívoros


En el mundo hay muchas cavidades húmedas, cálidas y oscuras en las que prosperan silenciosamente, esos organismos que tantas fobias inspiran. El clima tropical de la jungla amazónica sudamericana da cobijo a un número inusualmente grande de cuevas con esas características, y consecuentemente esa región es hogar de un número inusualmente grande de especímenes.
Un ejemplo es la Scolopendra gigantea, un centípodo venenoso de color granate dotado con 46 patas de color amarillo. Estos centípodos son los más grandes del mundo, y se les conoce más habitualmente como centípodos gigantes del Amazonas debido a su enorme tamaño. Los adultos, alcanzan habitualmente una longitud superior a los treinta y cinco centímetros, lo que equivale al tamaño del antebrazo de un hombre. Estas criaturas, no solo son veloces corredoras, sino que están perfectamente adaptadas para la escalada, una habilidad que les permite trepar por las paredes para disfrutar de algunas presas sorprendentemente ambiciosas.
En general, los centípodos son carnívoros, aunque este término se refiere normalmente a que llevan una dieta a base de pequeños bichos o restos de basura. El centípodo gigante del Amazonas, sin embargo, se arrastra por las noches para acechar a animales aún más grandes.
Orientándose a tientas en medio de la oscuridad, gracias a sus largas antenas, el centípodo se preparará una cena a costa de un buen número de pequeños y confiados animales, entre los que se incluyen: lagartos, ranas, pájaros y ratones. Con un rápido movimiento, la S. gigantea se enrosca alrededor de su presa y le inyecta un veneno extremadamente potente. El animal muere tras una breve lucha a golpes, tras lo cual el centípodo se atiborra de su captura.
Pero la habilidad que más impresiona de la naturaleza de este cazador es la que demuestra en interior de las cuevas amazónicas. En un ambiente completamente desprovisto de luz, el centípodo se escurre a través del suelo mojado, caminando sobre un montón de escarabajos que se retuercen hasta llegar a las paredes de la cueva, donde comienzan a escalar hasta encaramarse en una zona próxima al centro del techo. El centípodo gigante se cuelga entonces del techo con sus patas traseras, lo cual deja libres sus apéndices delanteros para que se balanceen en el aire del interior de la cueva. Su sección delantera se mece a medida que sus patas se menean a través del aire en busca del objetivo deseado: un murciélago en vuelo.
Los murciélagos pasan volando rápidamente sin percibir la presencia del centípodo, y en unos instantes se ve arrancado del aire en pleno vuelo. El veneno tóxico de la S. gigantea trabaja rápidamente a medida que el murciélago trata desesperadamente de escapar del agarre de las múltiples patas, solo para sucumbir unos segundos más tarde a causa de la ponzoña. Allí mismo, balanceándose desde el techo de la cueva, el centípodo devora, pedazo a pedazo, la totalidad de su presa por espacio de casi una hora. Una vez finalizado el banquete, se impulsa de nuevo hacia el techo, y desciende por las paredes de la cueva para retornar al oscuro y húmedo rincón de la cueva del que surgió.
Estos impresionantes artrópodos no se encuentran únicamente en la selva amazónica, sino que prosperan también en las islas de Trinidad y Jamaica. A lo largo del mundo, se están convirtiendo en una de las mascotas favoritas de los coleccionistas de animales exóticos, pero hay que manejarlos con extremo cuidado ya que el mínimo resto de veneno puede causar una reacción en la piel. Por fortuna, el veneno de la Scolopendra gigantea no es lo suficientemente tóxico como para matar a un adulto sano. Sin embargo, el veneno de este alarmantemente grande centípodo puede provocar síntomas tales como dolor agudo, hinchazón, sensación de frío, fiebre, debilidad y un incontrolable deseo de salir corriendo y gritando.
Fuente; maikelnai.es

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